
a Salvador Fleján
Dentro de la nueva Cinemateca Nacional, actualmente se exhibe un ciclo fílmico que sus organizadores han dado en denominar Los primeros viernes, enunciado que, además de originarse en la costumbre devocional –la cual, hasta donde tengo entendido, hace mucho que feneció–, a la vez designa una serie de películas porno. Como cabía esperar, hasta ahora sus funciones han dado bastante de que hablar, sobre todo una reciente, dedicada a la diva italiana conocida como Cicciolina. En lo que a mí respecta, como otrora habitué del teatro Urdaneta, quizás ni siquiera este acontecimiento merecería mi mayor atención. Sin embargo, ciertas reminiscencias bullen por hacerle frente a los comentarios surgidos de entre la fauna de la plaza Morelos y sus alrededores, algunos de los cuales han “pecado” de un conservadurismo insólito, en pleno 1992: recuerdo, por ejemplo, cuando estudiaba en la sede de la USB en Camurí Grande, al grupo de excursionismo Huayra inaugurando la proyección de una serie de este corte, con la idea de que los universitarios opusiéramos nuestros criterios y lográsemos abarcar el fenómeno con otros ojos, distintos al del voyeur “inocente”. Tarea interesante, por demás, la cual atrajo una multitud desbordante de inquietud y de féminas (hasta ésta de la Cinemateca, nunca creí volver a encontrar tantas mujeres juntas en una porno-función), ansiosa por compartir neurosis y traumas en una tarde de confesiones inauditas. Desde aquellos que han tomado la pornografía como semilla de nuevas técnicas (y qué de técnicas) amatorias, hasta las indignadas chicas renuentes a aceptar que su cuerpo pase a más de ser objeto del morbo exclusivo del novio, del marido o de una ocasión playera. En fin, cuando estábamos en la cuesta de la diatriba, las autoridades vinieron a poner la nota discordante, suspendiendo el ciclo programado (que incluía la presentación de otros tipos del llamado cine erótico, así como la invitación a connotados especialistas) y proscribiendo a la agrupación estudiantil. Así, pues, esa sensación inusual duró sólo unas cuantas horas, barridas en el tiempo por el olvido y la indiferencia de quienes todavía no asumen la cuestión sexual como una especie de sal de la tierra.

Pareciera que la idea del cineforo es bastante adecuada para el tratamiento de la cuestión erótica así como para darle un acabado de lujo al renovado rostro de la Cinemateca que, en un afán válido de obtener mayores ingresos, incrementó el número de funciones pero nos dejó sin la oportunidad de discutirlas (así fuera bajo la eterna moderación de Perán Erminy), tal y como fue su marca de fábrica en el pasado. Pienso que un retorno al cineforo haría de la Cinemateca Nacional una alternativa única en materia de filmografía erótica, le daría un mayor sentido de responsabilidad a esta controversia y permitiría a la iniciativa del grupo Huayra tener finalmente eco en la comunidad, intelectual o no. Sin un apoyo de este tipo, veo muy difícil que Los primeros viernes se sostengan como alternativa cinéfila, además ante la presencia inocultable del Urdaneta y del Central, templos indiscutibles del género, en donde no se pierde el tiempo en buscar la quintaesencia del fenómeno, sino simplemente en vivirlo.
Letras, Caracas, 1992
Letras, Caracas, 1992
Imagen Nº 2: Jeff Koons, "Ilona on top" (1990).
Una perla hermano!
ResponderEliminarRecuerdo haber leido este texto en el cafetin de Arquitectura!!!
que maravilla!
Maravillosa tu memoria, jajajaja. Gracias, pana.
ResponderEliminarsuuuper
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