miércoles, 1 de diciembre de 2010

Chatarritas (V)/ Puente sobre el río San Julián


a Charles Bukowski






La lluvia embellecía sueños y aligeraba

los senderos infinitos del Ávila

a donde llegábamos en cada llamado de las nubes

sin importar los grises al ras del barranco,

a los que nos asomábamos borrachos de frío.

Cabía siempre debatir entre si

la montaña unía o separaba a Caracas del mar

sobre todo al mirar

desde la cima del hotel Humboldt.

Pero la lluvia no cesaba de empapar amantes

a la puerta de la fiesta

o turistas comiendo heladitos en Uria

o bailadores de San Juan

discutiendo con caraqueños

por el buche de ron o cañaclara

o bañistas desde playa Pantaleta hasta Los Cocos

que luego de la espuma salada

aceptaban piropos desafiantes a las novias

al abordar el rigor de regreso.

Una y otra vez un aguacero

movilizó graduandos desde los jardines

de la Universidad hasta la biblioteca

en más de un acto fallido.

Pero el perfil de una geografía melosa

nunca olvidó regalarnos poses impecables,

sobre todo cuando la tempestad

nos negaba la luna a la orilla del Atlántico

o cuando los cauces reclamaban

los manantiales olvidados

en las brumas del pico Naiguatá.


Agua capciosa


En la quebrada de Camurí aprendí a sacudir

bluyines contra las piedras lisas

convites de caricias

mientras la lluvia tomaba su ración de descanso.

Y cuando ella volvía

Titico no olvidaba bañarse desnudo

hasta la versión eléctrica

que nos obligaba a encerrarnos

en medio de Saga y Willie Colón

y los cachitos pa´huelé.


El barro conocía el Castillete de Reverón,

el Psiquiátrico de Anare y la Heladería Tomaselli.

Cerca desviaba el puente sobre San Julián

y una vez casi nos desborda

en uno de sus arranques

culpable de una caminata de diez kilómetros

y cinco días incomunicados.


La lluvia no me impidió descubrir la Enciclopedia Británica,

a Max Weber y la lectura veloz de Antonio Blay

en los insobornables mesones del campus

llenos de charlatanes y censura.

Sobraron oportunidades para resbalar en la vía hacia Galipán

mientras buscábamos las ruinas del doctor Kanoch

y los vecinos repetían: “Eso ya no existe”.


Pero aún faltaba el gran aullido,

el llanto del Ávila mezclado con sus baqueanos,

lamentos seniles, endechas de violadores y saqueadores,

la caída de todos los muros

y guijarros de tres pisos arrojados a 150 por hora

contra la Gata Borracha, Salsipuedes y el Hotel Miramar.


Barro de luto


Margaret no puede bailar con sus hijos en Uria,

Carmen vio volar los árboles en Naiguatá,

no encuentro el número de Ylenis

y de Arminda sólo la contestadora.


El alma mater yace bajo incertidumbres de lodo

que recobraron una fisonomía perdida

junto a nostalgias de tormentas

incapaces de arrasar

con el grupo de teatro Grieta,

el centro excursionista Huayra

(transmutado por el cine en Catia),

los discursos de graduación que intentaron

arrancar liendres

y el musgo para darle el aire cool al pesebre

del Centro de Estudiantes.


Mucho antes de mirarme en el listado de admisión

ya no era virgen

y admitía que las playas de Vargas

sólo despuntaban como reliquias vanas de weekend.

Pero más allá de un título y la lucidez

que sólo brinda el salitre por las tardes

un hombre afloró desde un fango de vivencias

moldeado por aguaceros que levantaron

quebradas hasta los tuétanos

en busca de inocencia

(hasta cuándo)

quizás a los ojos de Isabel en Macondo.


Ésta no es agua de luna

Ella apareció una semana después




J. M. Guilarte, de "El barbero loco" en Voces nuevas 2003-2004, Fundación Celarg: Caracas, 2004.


2 comentarios:

  1. A cualquiera que te acompañó en esta aventura que fue "crecer" en el núcleo, se le escapa al menos, una lágrima furtiva cuando te lee...en mi caso, es una lluvia desde el alma, lo que se desata.
    No era el "alma mater", amigo mìo. Era la casa. Esa casa que ahora nos negamos a perder también producto del olvido y por eso la reconstruimos día a día en la memoria, buscando en el colectivo imágenes adicionales que nos permitan "pulir" el recuerdo propio.
    Gracias por tus imágenes cargadas de emoción y por el regalo de Dios que es tu poesía, hermosa, emotiva, impecable.

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