martes, 1 de febrero de 2011

¿Qué sucede en Egipto?


por Oswaldo Barreto

Nada más parecido a sí mismo que Egipto en los comienzos de este undécimo año del XXI. Todos los rasgos de sus ciudades y campos seguramente lucían iguales a los que presentaba en los años anteriores, en los decenios pasados o en los pasados siglos. Esa identidad de Egipto consigo mismo la pude constatar cuando estuve por primera vez en El Cairo y en Alejandría. Llegué a esas ciudades (en calidad de traductor de Eduardo Gallegos Mancera, quien iba a solicitar de Nasser "solidaridad para con el pueblo de Venezuela en armas", Eduardo dixit), con el ánimo de encontrar lo que había en ellas de distinto al Egipto "protegido" por los ingleses, el de Lawrence de Arabia, o al que escrutara hasta en sus entrañas el otro Lawrence, Durrell, en su Cuarteto de Alejandría.

Y encontré ciertamente cosas nuevas: por un lado, ni trazas del cosmopolitismo que caracterizaba a sus ciudades (comunidades conformadas por griegos, judíos, franceses, ingleses y eslavos del sur, que no guetos de esas nacionalidades), y, por el otro, ciertos signos de industrialización y modernización que rompían con el pasado. Pero también eran evidentes no sólo la misma gente del pasado con sus burros, mulos y camellos en la ciudades y en el campo, los mismos "sirgadotes" que con sus cuerdas movían las barcazas a lo largo de los canales.

De Egipto, en una palabra, no se podía decir lo que con manifiesta nostalgia afirmara Quevedo de la antigua Roma: "sólo el Tíber quedó"; ni lo que dice la gente que como turista invade Atenas: nada que nos recuerde a los griegos. Y es que en Egipto uno encuentra presencia humana y no sólo de piedra de los tiempos de Ramsés o de Moisés o del Egipto preislámico.

Y del otro Egipto, el que conocemos como la nación de mayor peso cultural, diplomático y militar del Islam árabe, también nos encontramos con una constante identidad: todo cuanto en política sucede tiene que ver con el mundo exterior y con la obediencia del pueblo a sus jefes, que hacen la guerra o acuerdan la paz, establecen alianzas y firman tratados, sin tomar en cuenta al pueblo egipcio, siempre igual a sí mismo.


La sociedad egipcia se sacude

Y es en este contexto de identidad y permanencia que la sociedad egipcia se sacude y provoca una conmoción como no se ha dado en la historia de Egipto, ni de los países árabes, ni del mundo musulmán desde siglos, ni en ningún lugar del mundo en esta época. Después de siete días de revueltas espontáneas (apenas si se sugiere que la rebelión de los tunecinos ha podido servir de detonante), se anuncia para mañana huelga general y manifestación de un millón de personas en El Cairo para exigir la renuncia de Mubarak y el fin de su régimen. Y ya el país vive en estas condiciones: banca y bolsa de valores cerradas. La mayoría de los cajeros automáticos cerrados. Estaciones de servicio sin combustible. Tráfico ferroviario suspendido. Miles de soldados en la calle fraternizan con centenares de miles de manifestantes que vienen de todos los sectores sociales, políticos, religiosos.

De lo que viven los egipcios en estos momentos no sabemos nada. Una por una, las líneas de comunicación que conectan a Egipto con el siglo XXI han desaparecido. Twitter, Facebook y eventualente toda Internet han sido intervenidos. Pero, por agencias noticiosas y ediciones digitales de revistas como Newsweek o Le Nouvel Observateur, conocemos que "todo indica que se trata de manifestantes que parecen responder a un vasto movimiento sin liderazgo, sin agenda clara y sin proyecto alguno de cómo tomar el poder".

Sabemos que si el estallido de esta conmoción se puede considerar espontáneo, la continuidad y el fortalecimiento diario de la lucha se debe a factores que se han ido desarrollando en el seno de la sociedad desde tiempo atrás, especialmente la formación de grupos de internautas, entre los cuales destaca el Grupo 6 de Abril, constituido desde hace tres años.

Sabemos que El Baradei, el más destacado egipcio en la diplomacia y en el cumplimiento de misiones y tareas internacionales (hasta hace poco, jefe supremo de la Agencia Internacional de la Energía, donde se desempeñó de tan honesta, independiente y lúcida manera que le valió el Premio Nobel), sin que se haya atribuido ni le hayan endilgado responsabilidad o influencia alguna en el desencadenamiento de la masiva rebelión, luego de retornar a El Cairo con la voluntad de dirigir si es necesario el proceso de transición a un régimen democrático, se halla entre los que dirigen los combates de calle.

Sabemos que ninguna organización islámica, ni siquiera la más poderosa de estas organizaciones en Egipto, La Hermandad Musulmana, ha jugado papel alguno en el desencadenamiento y orientación de estas manifestaciones.


Qué va a pasar, es lo que inquieta

Pero, a pesar de que no hay país, ni partido ni experto que explique una hipótesis sobre lo que está sucediendo sobre el origen de esta conmoción árabe que comenzó en otro país árabe no petrolero, Túnez, no hay país, ni partido ni experto que no se sienta concernido por lo que acontece en estos momentos en Egipto.

Desde Estados Unidos que, por boca de Hillary Clinton, acaba de convocar a una urgente reunión en Washington de todos los embajadores y jefes de misión para una reunión ­inédita en la historia de la diplomacia americana­, consagrada a estudiar la situación que vive el mundo. Y, al lado de la única potencia que en los últimos tiempos ha podido determinar el rumbo de los asuntos en Medio Oriente, la Unión Europea vela por la suerte de quien fuera su aliado y, sobre todo, por lo que puede aparecer como su sucesor. Y qué decir, finalmente, de los gobernantes que, como Mubarak, han conducido a sus pueblos a un estado de "estancamiento económico y fragmentación social", mediante gobiernos que se burlan de la división de poderes" (El Baradei dixit).

Como conclusión de este sucinto comentario sobre lo que pasa en Egipto y las consecuencias que ese acaecer podía tener para el mundo entero, sólo caben, por ahora, las palabras de El Baradei para Newsweek: "En Occidente están convencidos de que la única alternativa posible en el mundo árabe son, por un lado, los regímenes autoritarios y, por el otro, los yijadistas (soldados de la guerra santa) islámicos. Escandalosa falsedad. Para hablar de Egipto señalemos que hay un amplio sector de la sociedad que está formado por gente laica, liberal, partidarios de la economía de mercado quienes, si se les da la oportunidad, pueden organizarse entre ellos con el fin de elegir un gobierno moderno y moderado".

Fuente: www.talcualdigital.com, 1-2-11
Fotos: Al Jazeera

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