miércoles, 16 de febrero de 2011

Chatarritas (VI)/ Utopía tópica


En la antigüedad clásica se creía que más allá de las llamadas “columnas de Hércules” (al oeste de lo que hoy constituye el peñón de Gibraltar) se encontraba precisamente una figura del “más allá”: el reino de Hades, con su cúmulo de imágenes y sombras de los hombres en su periplo por la tierra. A este lugar, según las visiones míticas de Grecia y de Roma, muy pocos lograron acceder para escapar luego con vida, como Ulises, en uno de los relatos emblemáticos de la Odisea. Muchos siglos después, como base de un pujante Renacimiento, Occidente consigue trascender los límites fijados por las “columnas” y recorre con renovado afán mercantilista los caminos hacia un nuevo mundo, cuyos exploradores hallarán tan poblado de imágenes como las que Homero fue capaz de verter en la épica de su tiempo. Pero para Jean Servier estas imágenes no representan nada novedoso: “No emprendió Occidente el descubrimiento de un Nuevo Mundo, sino un viaje de regreso a sus orígenes por encima de las aguas primordiales del Océano”. Y, para la confección de Utopía, Servier añade la posible búsqueda de Tomás Moro en las fuentes –imágenes contenidas en La República– de Platón. Pero, asimismo, cabe la hipotética influencia del mundo incaico –para principios del siglo XVI, ya un mundo literal en la mente europea, y del que Servier identifica, presentes en Utopía, hasta seis instituciones– en la invención de la isla. Particularmente, llama la atención esa especie de arrogancia –griega, cristiana, occidental– que dio a pensar a los conquistadores el poder encontrar en América “una humanidad completamente ingenua, recién salida de las manos del Creador e ignorante de los afanes de Europa”. La realidad no sólo incaica sino además maya y azteca, amén de la bravura caribe, piel roja y araucana, vino a demostrar lo equivocados que estaban. ¿Sería también válido nombrar dicha realidad como aquella que supera a la ficción? ¿Podría, entonces, hablarse de una Utopía con visos de realidad, y por tanto de topía?

Los viajes literarios a las utopías continuaron dándose en plena modernidad, de los que Huxley y Orwell han plasmado ejemplos paradigmáticos con Un mundo feliz y 1984, respectivamente. Incluso, la ciencia ficción nos ha mostrado hasta el cansancio modelos que no son precisamente un espejo arcádico: la realidad de hoy refleja cuestiones que hace apenas treinta o cuarenta años constituían más un “ejercicio de estilo” que una descripción del Apocalipsis llevada a cabo por un cerebro paranoico. Si no, ¿qué pudiera decirse de los escasísimos grupos que, fuera de la pasión académica, se dedican a discutir siquiera un relato, al estilo de las cofradías secretas en Fahrenheit 481? ¿Acaso hace falta quemar los libros cuando los videoclips hacen el trabajo de quemarnos las imágenes asociadas con lo escrito, al presentárnoslas con luz, color y recovecos de sueños –o pesadillas– inacabables?

1999



Foto: Guillaume Dauphin, "Night at Loch Lomond" (2007).

3 comentarios:

  1. Me parece importante la observación final de este ensayo, así como la crítica que hace de la cultura, precisamente por su falta de disposición crítica, más allá de la "docta" o "especializada" de las academias, que francamente queda en entredicho en cuanto a su verdadero valor y pertinencia.

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  2. Me encanta! Que hermosas imágenes con las que invitas a seguir leyendo nuestro ineludible presente.

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